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Psicobiolog�a de la agresi�n y la violencia

 

Psychobiology of aggression and violence

 

Psicobiologia da agress�o e viol�ncia

 

 

 

 

 

 

 

Roxana Elisa Urquiza-Zavaleta I
roxanaurquiza@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-2723-9851
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Correspondencia: roxanaurquiza@gmail.com

 

 

Ciencias de la Salud ���

Art�culo de Investigaci�n

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* Recibido: 23 de mayo de 2022 *Aceptado: 12 de junio de 2022 * Publicado: 3 de julio de 2022

 

 

 

  1. Universidad Cesar Vallejo, Per�.

Resumen

La agresividad y la violencia son dos patrones de comportamiento que se presentan en los seres humanos y en los animales en niveles moderados. La agresividad es usada como un mecanismo de defensa de los seres vivos cuando se sienten amenazados, lo que no ocurre con la conducta violenta la cual est� cargada de agresividad con el prop�sito de hacer da�o al otro sin importar las consecuencias de los actos. Seg�n la neurociencia la agresi�n y la violencia se desarrollan debido a los caracteres hereditarios de padres a hijos (genes y herencia) causales neuroqu�micas (neurotransmisores) endocrinas (las hormonas) y alteraciones en el funcionamiento de �reas del cerebro (sistema l�mbico, en donde la am�gdala, el hipot�lamo, la corteza prefrontal, la corteza cingulada anterior entre otros), no est�n trabajando de forma coordinada, y sus funciones se ven alteradas. Tambi�n se deben considerar las experiencias vividas por los seres humanos a temprana edad, la exposici�n a situaciones emocionales estresantes y traum�ticas, lo que repercute en el estado emocional del ni�o y futuro adolescente y ocasiona con el tiempo el desarrollo de patrones de comportamiento relacionados a patrones de aprendizaje que sirvieron de modelo en la infancia. Por tal raz�n no solo influyen en una persona agresiva y violenta los cambios ocurridos a nivel del sistema nervioso sino tambi�n, los factores familiares, sociales y culturales que est�n relacionados con el comportamiento y estado emocional de las personas desde temprana edad.

Palabras Clave: Sistema Nervioso Central; MAO: Enzima Monoamino oxidasa, Serotonina:� 5-hidroxitriptamina; COF: Corteza Orbito Frontal; CPF: Corteza Pre Frontal; LF: L�bulo Frontal; LT: L�bulo temporal; CCA: Corteza cingulada anterior; CPFvm: Corteza prefrontal ventromedial; CPFdl: Corteza prefrontal dorso lateral.

 

Abstract

Aggressiveness and violence are two behavioral patterns that occur in humans and animals at moderate levels. Aggressiveness is used as a defense mechanism of living beings when they feel threatened, which does not happen with violent behavior which is charged with aggressiveness with the purpose of harming the other regardless of the consequences of the acts. According to neuroscience, aggression and violence develop due to hereditary characteristics from parents to children (genes and inheritance), neurochemical causes (neurotransmitters), endocrine (hormones) and alterations in the functioning of areas of the brain (limbic system, where the amygdala, the hypothalamus, the prefrontal cortex, the anterior cingulate cortex, among others), are not working in a coordinated way, and their functions are altered. The experiences lived by human beings at an early age, exposure to stressful and traumatic emotional situations should also be considered, which has repercussions on the emotional state of the child and future adolescent and causes over time the development of behavioral patterns related to behavioral patterns. of learning that served as a model in childhood. For this reason, not only do the changes that occur at the nervous system level influence an aggressive and violent person, but also family, social and cultural factors that are related to the behavior and emotional state of people from an early age.

Keywords: Central Nervous System; MAO: Monoamine oxidase enzyme, Serotonin: 5-hydroxytryptamine; OFC: Orbital Frontal Cortex; PFC: Prefrontal Cortex; FL: Frontal Lobe; LT: temporal lobe; ACC: anterior cingulate cortex; vmPFC: ventromedial prefrontal cortex; dlPFC: dorsolateral prefrontal cortex.

 

Resumo

Agressividade e viol�ncia s�o dois padr�es comportamentais que ocorrem em humanos e animais em n�veis moderados. A agressividade � utilizada como mecanismo de defesa dos seres vivos quando se sentem amea�ados, o que n�o acontece com o comportamento violento que � carregado de agressividade com a finalidade de prejudicar o outro independentemente das consequ�ncias dos atos. Segundo a neuroci�ncia, a agress�o e a viol�ncia se desenvolvem devido a caracter�sticas heredit�rias de pais para filhos (genes e heran�a), causas neuroqu�micas (neurotransmissores), end�crinas (horm�nios) e altera��es no funcionamento de �reas do c�rebro (sistema l�mbico, onde a am�gdala, o hipot�lamo, o c�rtex pr�-frontal, o c�rtex cingulado anterior, entre outros), n�o funcionam de forma coordenada e suas fun��es s�o alteradas. Devem ser consideradas tamb�m as experi�ncias vividas pelo ser humano em idade precoce, a exposi��o a situa��es emocionais estressantes e traum�ticas, o que repercute no estado emocional da crian�a e do futuro adolescente e provoca ao longo do tempo o desenvolvimento de padr�es comportamentais relacionados a padr�es comportamentais. de aprendizagem que serviu de modelo na inf�ncia. Por esta raz�o, n�o s� as altera��es que ocorrem ao n�vel do sistema nervoso influenciam uma pessoa agressiva e violenta, mas tamb�m fatores familiares, sociais e culturais que est�o relacionados com o comportamento e estado emocional das pessoas desde tenra idade.

Palavras-chave: Sistema nervoso central; MAO: Enzima monoamina oxidase, Serotonina: 5-hidroxitriptamina; OFC: C�rtex Frontal Orbital; CPF: C�rtex Pr�-frontal; FL: Lobo Frontal; LT: lobo temporal; ACC: c�rtex cingulado anterior; vmPFC: c�rtex pr�-frontal ventromedial; dlPFC: c�rtex pr�-frontal dorsolateral.

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Introducci�n

Desde temprana edad se observa en la mayor�a de los contextos educativos ni�os y adolescentes que presentan conductas impulsivas con una gran carga de agresividad y violencia, la cual se ve reflejada en su accionar para con sus compa�eros de estudios y en muchos casos incide en sus comportamientos futuros. Sobre la diferencia entre la agresividad de la violencia, Valzelli (1983) (citado en Ortega y Alc�zar, 2016), define la agresividad como una conducta adaptativa que sirve para satisfacer necesidades y para eliminar cualquier tipo de amenaza que se realice contra integridad f�sica y/o psicol�gica del organismo, para la conservaci�n del ser humano, y solo en el caso en el que se viese comprometida la vida se atacar�a al oponente, llegando a provocar si es necesario la muerte. Por otro lado, la violencia seg�n la Organizaci�n mundial de la salud (Krug y Dahlberg 2003) es el uso deliberado de la fuerza f�sica o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, da�os psicol�gicos, trastornos del desarrollo o privaciones.

La agresividad y la violencia presentan una relaci�n mutua en cuya regulaci�n intervienen diversas estructuras determinadas por el funcionamiento cerebral, los factores gen�ticos los neurotransmisores y las hormonas. De acuerdo con la Psicobiolog�a estar�an involucrados en las conductas agresivas y violentas las caracter�sticas gen�ticas heredados de padres a hijos como reguladores de la conducta agresiva y comportamientos violentos; los bajos niveles de serotonina que propician conductas agresivas ante est�mulos amenazantes y alteraciones en la corteza orbitofrontal, am�gdala, sistema l�mbico. Tambi�n se ha involucrado al consumo de sustancias psicoactivas legales o ilegales, ya que hay muchas personas que consumen alcohol u otras drogas debido a alteraciones del estado de �nimo, o cuadros de angustia o estr�s o solo por el simple hecho de averiguar c�mo se siente, lo que genera cambios en los sistemas de transmisi�n a nivel de la dopamina, serotonina, adrenalina, GABA y glutamato entre otros, y pueden desencadenar conductas agresivas y violentas en las personas.

Sin embargo, es preciso mencionar que, como lo se�ala Murteira Morgado & da Luz Vale D�as (2014) la cultura es un producto de la corteza cerebral, pues gracias a �sta el individuo normal es capaz de usar la raz�n para controlar, moderar o cambiar sus respuestas emocionales e instintivas, haciendo que la mayor�a de los hombres que se encuentran en situaciones de crisis, conflicto o separaci�n, se abstengan de agredir a sus parejas femeninas y busquen otros modos de encauzar sus sentimientos.

De all� que el objetivo general del presente trabajo sea: Analizar, y sintetizar informaci�n de diversas fuentes confiables sobre la importancia que tiene nuestro funcionamiento biol�gico en las conducta agresivas y violentas de las personas. Los objetivos espec�ficos son: Identificar las diferencias entre agresividad y violencia. �Determinar cu�l es la influencia de la gen�tica y de las hormonas en las conductas agresivas y violentas. Describir los cambios que se producen en el sistema nervioso central de personas que presentan este tipo de conductas teniendo en cuenta estudios de neuroimagen.

 

Agresi�n y violencia

Etimol�gicamente, el t�rmino violencia tiene como uso m�s com�n la utilizaci�n exclusiva o excesiva de la fuerza. Del lat�n, violentia, significa vehemencia o impetuosidad; siendo su uso m�s extenso el del ejercicio de la fuerza f�sica para da�ar o lesionar a una persona o una propiedad. Su uso ling��stico tambi�n describe una condici�n de una persona que no est� en su estado normal, o que las acciones que realiza son contrarias a su disposici�n natural (Moliner, 1979).

En relaci�n con la agresi�n, se aplica a las formas m�s extremas de este tipo de comportamiento (Archer, 1994), especialmente las relacionadas con la f�sica, aunque tambi�n es aplicable a la fuerza psicol�gica que causa sufrimiento o traumatismo. Al igual que en el caso de la primera, se puede establecer una categor�a emocional u hostil de violencia y otra de tipo instrumental. En la violencia hostil, el objetivo primario ser�a la producci�n de sufrimiento o da�o extremo a la v�ctima, mientras que la violencia con otros fines secundarios ser�a un ejemplo de violencia instrumental (Berkowitz, 1996).

Para Valzelli (1983), la agresividad es el componente de la conducta normal que, con diferentes formas vinculadas al est�mulo y orientadas a un objetivo, se libera para satisfacer necesidades vitales y para eliminar o superar cualquier amenaza contra la integridad f�sica. Adem�s, est� orientada a promover la conservaci�n propia y de la especie de un organismo vivo, y nunca, excepto en el caso de la actividad depredadora, para producir la destrucci�n del oponente.

Desde una perspectiva psicosocial, la agresi�n f�sica se ve com�nmente acompa�ada de juicios sociales negativos que destacan la ilegitimidad e ilegalidad de esos actos, as� como su inaceptabilidad (Archer y Browne, 1989). La evaluaci�n del contexto social implica inevitablemente juicios morales, y tales juicios subjetivos pueden ser cruciales al considerar un acto como leg�timo o ileg�timo. En este sentido, la agresi�n como violencia supondr�a un agravio, ultraje u ofensa contraria al derecho del otro. Valzelli (1983), utilizando datos cl�nicos tales como la elevaci�n del �ndice de violencia delictiva en casos de esquizofrenia y trastornos bipolares, asociados a uso de sustancias psicoactivas, es uno de los grandes defensores del concepto de transici�n patol�gica de la agresi�n a la violencia, transici�n sometida tanto a factores biol�gicos como socioambientales.

Desde esta perspectiva, De Flores (1991), se�ala que en la conducta humana la palabra violencia empleada en lugar de la palabra agresi�n, implica la liberaci�n de componentes agresivos patol�gicos, como consecuencia de un trastorno en los mecanismos de control del SNC o por una educaci�n intencionadamente orientada a fomentar la intolerancia ideol�gica.

Se entiende, por tanto, que la persona con conducta agresiva patol�gica tiene un trastorno funcional a nivel del sistema nervioso central, una baja tolerancia a los est�mulos aversivos y un potencial agresivo dirigido hacia el entorno o hac�a �l mismo. Un tipo de conducta, que necesita tratamiento inmediato y resultados r�pidos despu�s de establecido el diagn�stico preciso. Adem�s, la agresividad, dentro de estos planteamientos cl�nicos, quedar�a conceptualizada como un estado permanente o predisposici�n constitucional a cometer agresiones o a atacar sin que medie provocaci�n alguna.

En funci�n a lo mencionado se puede determinar que la utilizaci�n excesiva de la fuerza f�sica, junto con una reacci�n que no guarda relaci�n con los est�mulos desencadenantes originarios, ser�a decisivas para hablar de un acto agresivo como violento. En este sentido, se concluye que:

a) La violencia constituye un tipo de agresi�n desadaptada, que no guarda relaci�n con la situaci�n social en la que se desarrolla o que se da en una direcci�n espacial inadecuada.

b) La violencia requiere la ejecuci�n de conductas que denotan un uso excesivo o exclusivo de la fuerza f�sica dentro de un contexto sociocultural determinante, esencialmente humano.

c) La violencia est� sustentada biol�gicamente en un mecanismo incorrecto que regula la funci�n adaptativa de la agresi�n; destac�ndose su car�cter eminentemente destructivo sobre las personas y las cosas. (Pe�a Fern�ndez 2005)

 

Formas y tipos fundamentales de violencia y agresi�n

Seg�n los modos de la agresi�n

a.      Violencia directa(personal), los actos destructivos son realizados por personas o grupos de personas contra personas o grupos definidos.

b.     Violencia indirecta o estructural: El acto violento surge de la propia organizaci�n del grupo social, sin que tenga que haber un ejecutor concreto de la misma.

Seg�n sus acciones

  De un individuo contra s� mismo (suicidio)

  De un individuo contra otro individuo (crimen pasional)

  De un individuo contra un grupo (delitos contra la sociedad).

  De un grupo contra un individuo (la pena de muerte).

  De un grupo contra otro grupo (la guerra, el terrorismo)

Otras formas de agresi�n: Adem�s de los criterios precedentes existen otros que tratan de complementar la definici�n anterior como la propuesta por Moyer en 1976.

1. Agresi�n predatoria: conductas de ataque motivadas.

2. Agresi�n Inter- machos: violencia f�sica o conducta de sumisi�n exhibida por los machos mutuamente.

3. Agresi�n inducida por el miedo: se act�a de forma agresiva hacia cualquier clase de confinamiento forzado.

4. Agresi�n territorial: conducta de amenaza o ataque que se muestra hacia una invasi�n del territorio propio, o conducta de sumisi�n y retirada tras enfrentarse con el intruso.

5. Agresi�n maternal: conducta agresiva de las hembras cuando un intruso se acerca a sus cr�as.

6. Agresi�n irritable: agresi�n e ira dirigidas hacia un objeto debido a la frustraci�n o estr�s del agresor

7. Agresi�n relacionada con el sexo: Ocasionada por los mismos est�mulos que generan la respuesta sexual.

8. Agresi�n instrumental: Recompensa del individuo mediante el acto agresivo.

Bases gen�ticas de la agresi�n y la violencia

Uno de los genes candidatos relacionados con la agresi�n y la violencia es el de la MAO-A, (Monoamino oxidasa) del cual existe un polimorfismo para baja expresi�n de MAOA (MAOA-L) y otro para alta expresi�n de MAOA (MAOA-H). Se conoce una relaci�n genot�pica y ambiental (maltrato y sucesos traum�ticos) en un grupo de personas adolescentes, en la que el grupo con polimorfismo MAOA-L y expuesto al ambiente en cuesti�n mostr� mayor tendencia a arrestos criminales, mayor desorden de conducta y mayor disposici�n agresiva que los individuos con el polimorfismo MAOA-H y los individuos con MAOA-L quienes no hab�an estado expuestos a un ambiente hostil y violento. Sin embargo, otras investigaciones han encontrado una relaci�n similar entre la agresi�n y el polimorfismo MAOA-H (Ortega y Alc�zar, 2016).

En un interesante trabajo, Meyer y Lindenberg, et- (2006) estudiaron el cerebro a nivel estructural y funcional en personas con genotipo de la MAOA y de diferentes caracter�sticas fenot�picas obtenidas a partir de tareas experimentales que pod�an ser consideradas an�logas de comportamientos violentos. Encontraron que el alelo que da como resultado una menor expresi�n de la MAOA-L, asociado previamente con el riesgo de presentar conductas violentas, predec�a una reducci�n del volumen l�mbico y una alta sensibilidad de la am�gdala en una tarea de reconocimiento facial de emociones, acompa�ado de una reactividad disminuida de las regiones reguladoras prefrontales. En hombres, tambi�n se asociaba a cambios en el volumen de la corteza orbitofrontal, a hiperreactividad en la am�gdala y el hipocampo en una tarea de recuerdo aversivo y a una activaci�n del c�ngulo, empeorada durante una tarea de inhibici�n cognitiva. Este estudio pone de manifiesto las diferencias en el sistema l�mbico para la regulaci�n emocional, as� como el control cognitivo implicado en la asociaci�n entre el MAOA y el comportamiento violento.

En un estudio de neuroimagen funcional se encontr� que los alelos del gen de la MAOA se encuentran relacionados con puntuaciones en una escala de agresividad y con la respuesta a un paradigma de exclusi�n social. De acuerdo con esto, individuos MAOA-L se muestran m�s agresivos que los individuos MAOA-H, y presentan una mayor activaci�n de la corteza cingulada anterior dorsal en relaci�n con reacciones de exclusi�n social. As� pues, la MAOA puede estar relacionada con comportamientos agresivos mediante la hipersensibilidad emocional en contextos sociales (Eisenberg, Hofer, y Vaughan, 2007).

Otro factor de gran relevancia es la prote�na 5-HTT (transportador de serotonina) fabricada por un gen cuya regi�n promotora presenta polimorfismo afectando la transcripci�n de dicho gen. De este modo existen dos alelos de dicho gen: uno de longitud corta (alelo s) y otro de longitud larga (alelo l); los individuos s/s y s/l, con menor s�ntesis de 5-HT, son m�s ansiosos, depresivos, hostiles y agresivos que los individuos l/l (Takahashi, Quadros, de Almeida, y Miczek, 2013; Teodorovic y Uzelac, 2015).

A pesar de estos hallazgos, es preciso mencionar que existen numerosas discrepancias entre los estudios gen�ticos que muestran asociaci�n entre el gen 5-HTT y la agresi�n (ya sea hacia s� mismo (suicidio) o hacia los dem�s) (Bortolato, y otros, 2013). �stas quiz� se deban a interacciones gen-ambiente, de tal modo que los portadores de alelo s tengan mayor tendencia a la agresi�n y a la ideaci�n suicida como respuesta a situaciones de stress vividas durante la infancia, adolescencia y comienzo de la edad adulta (Caspi, y otros, 2013; Conway, y otros, 2012).

 

La serotonina y su influencia en la violencia y agresi�n

El neurotransmisor m�s intensamente estudiado y asociado a la conducta agresiva ha sido la serotonina o 5-hidroxitriptamina (abreviadamente, 5-HT). La 5-HT se produce en los n�cleos del rafe del tallo del cerebro, los cuales constituyen un circuito con la corteza orbitofrontal y el sistema l�mbico, entre otras �reas. Los niveles de este neurotransmisor son inversamente proporcionales a los niveles de agresi�n impulsiva, as� pues, la reducci�n mediante dieta de dicho neurotransmisor est� asociada con la conducta agresiva e impulsiva que se manifiesta ante est�mulos nocivos, amenazantes o provocadores. De manera inversa, si se aumenta la dosis de tript�fano en la dieta, se observa una irritabilidad y agresi�n disminuida; lo anterior de acuerdo con estudios experimentales llevados a cabo con humanos (Coccaro, Fanning, Phan, y Lee, 2015; Siegel y Douard, 2013; Yanowitch y Coccaro, 2013).

En un reciente metaan�lisis sobre estudios que han puesto en relaci�n la serotonina con la agresi�n, se encontr� que la serotonina explica s�lo un poco m�s del 1% de la varianza en agresi�n, ira y hostilidad. Sin embargo, afirman que la hip�tesis de la deficiencia de serotonina permanece abierta al debate en tanto puede haber varias interpretaciones posibles de los resultados obtenidos, partiendo de la poca fiabilidad y validez discriminante de la escala conductual para medir la agresi�n al conocimiento actual m�s detallado de las v�as nerviosas en las que interviene la serotonina como neurotransmisor y sus receptores, que hacen que el papel de la serotonina en relaci�n con el control de la conducta sea m�s complejo de lo que se supon�a inicialmente (Bortolato, y otros, 2013; Coccaro, Fanning, Phan, y Lee, 2015; Duke, B�gue, Bell, y Eisenlohr-Moul, 2013).

Por otro lado, hay que tener en cuenta que la serotonina es neurotransmisora en diversos circuitos adem�s de la CPF, por ejemplo, en el hipot�lamo, centro importante relacionado con el control de la agresi�n. Adem�s, la serotonina tiene al menos 14 tipos de receptores, siendo los m�s importantes en relaci�n con la agresi�n los denominados 5-HT1A y 5-HT1B (Takahashi, Quadros, de Almeida, y Miczek, 2013, citados en Ortega y Alc�zar, 2016), tiene localizaci�n pre o postsin�ptica y por tanto favorece como inhibe la agresi�n.

 

Las hormonas y su relaci�n con la agresi�n y la violencia

La relaci�n entre hormonas y agresi�n es rec�proca y bidireccional (Archer, 2006), dado que un determinado nivel hormonal puede repercutir en la conducta agresiva, y, a la inversa, el incremento de la agresi�n puede provocar cambios en los niveles hormonales. En este sentido, las hormonas pueden ser consideradas causas, efectos o mediadoras de la agresi�n. A modo de ejemplo, cabe indicar que las experiencias conductuales y el contexto sociocultural pueden llevar a cambios endocrinos que, a su vez, influyen en la agresi�n (Andreu y cols., 2001). Adem�s, la magnitud de la respuesta hormonal parece que es dependiente de la intensidad de la agresi�n (al menos, en machos), lo que sugiere que los niveles altos de andr�genos son consecuencia de la interacci�n agresiva y no la causa de la agresi�n (Ross y cols., 2004 citado en Moya Albiol 2015).

La Testosterona (principal andr�geno masculino) es la hormona m�s estudiada en relaci�n con la agresi�n en adolescentes y adultos, pero los resultados obtenidos en los diversos estudios quedan lejos de ser conclusivos y consistentes. Los estudios en animales han arrojado una amplia evidencia emp�rica sobre la existencia de una relaci�n bidireccional entre la Testosterona (T) y la agresi�n, seg�n la cual la T facilita la agresi�n y �sta, al igual que otras conductas sociales, influye en los niveles de T. Sin embargo, los estudios que han analizado esta relaci�n en seres humanos muestran resultados inconsistentes (Rubinow y Schmidt, 1996; Archer, 2006). Adem�s, las diferencias entre g�neros son fundamentales a la hora de interpretar la agresi�n y su relaci�n con la T, a lo que habr�a que a�adir el efecto que variables tales como el tipo de agresi�n, la experiencia previa y las diferencias individuales, entre otras, pueden ejercer sobre esta relaci�n.

La relaci�n entre T y agresi�n es una tem�tica que ha generado mucha confusi�n, dado que los estudios que la analizan son m�ltiples y van en la l�nea de afirmar que la T es un factor fundamental para la agresi�n, aunque no todos los estudios lo confirman (Wingfield, 2005). As�, se ha indicado que otra de las posibles razones de la inconsistencia

sea el hecho de que tradicionalmente se han medido niveles circulantes de T (en sangre o saliva) y no sus precursores (dehidroepiandrostenediona o DHEA) o sus efectos a nivel central (por ejemplo, a nivel de la am�gdala). En este sentido, es necesario tener en cuenta la aromatizaci�n de la T a nivel cerebral (en el hipocampo y am�gdala fundamentalmente), que la transforma en estradiol (Nelson y Trainor, 2007), lo cual hace m�s compleja la relaci�n entre la T y la agresi�n. (citado por Moya Albiol 2015)

La T podr�a desempe�ar un rol importante en las conductas sexualmente dim�rficas en general y en la expresi�n de la agresi�n, ya que, hasta la edad de 10 a�os, aproximadamente, tanto los ni�os como las ni�as solucionan los conflictos expresando la agresi�n de forma directa, pero con la llegada de la pubertad, las estrategias se hacen m�s caracter�sticas de cada g�nero. Las chicas suelen sustituir la agresi�n f�sica directa por la agresi�n emocional indirecta, mientras que los chicos suelen ser m�s impacientes e irritables y tienden a emprender conductas de riesgo. Con la maduraci�n se produce un incremento del empleo de la agresi�n indirecta y, en el per�odo adulto, la agresi�n se hace m�s sutil, como lo muestra la denominada �agresi�n social�. Por todo ello, se podr�a afirmar que ambos sexos son igualmente agresivos, aunque expresan la agresi�n de modo diverso (Hess y Hagan, 2006; citado por Moya Albiol 2015).

S�lo en los �ltimos tiempos se est�n llevando a cabo con mayor frecuencia estudios con hembras y mujeres. A pesar de ese menor n�mero de investigaciones, la mayor parte de los estudios apoyan la hip�tesis de que la T mantendr�a una relaci�n positiva con la violencia. No obstante, podr�a criticarse el hecho de que se han analizado los niveles de T de las participantes violentas fuera de su contexto. Esto implicar�a una p�rdida de informaci�n, ya que en muchos casos la violencia no es proceso unidireccional sino bidireccional. Un ejemplo claro de ello ser�a la violencia dom�stica, en la que existe una teor�a que apoya la simetr�a de g�nero, es decir, que en algunos casos la violencia se producir�a entre los dos c�nyuges en lugar de ser unidireccional. En este caso concreto de violencia se observ� que aquellas parejas heterosexuales con niveles similares de T (en comparaci�n con los niveles medios del g�nero al que pertenec�an) presentaron mayores incidentes de violencia dom�stica que las parejas con niveles distintos de T.

Estructuras del sistema nervioso central implicadas en la agresi�n y la violencia

En relaci�n con las estructuras cerebrales implicadas en el control de la conducta agresiva en el ser humano, los estudios se han basado en el comportamiento de seres humanos con da�os cerebrales debido a enfermedades (tumores, quistes, rabia), heridas o enfermedades mentales. Por ejemplo, un estudio en el que se lesion� el hipot�lamo posteromedial tuvo �xito en reducir o abolir la agresividad en pacientes violentos. Otros estudios replicaron este hallazgo (Haller, 2014). Un ejemplo interesante de control hipotal�mico de la agresi�n es el hamartoma hipotal�mico (con el nombre de hamartoma se conoce a un grupo de neuronas, gl�a o manojos de fibras nerviosas que perdieron su camino en el momento de la migraci�n celular embrionaria, ubic�ndose en estructuras donde normalmente no deber�an estar. Un subgrupo de pacientes que desarrollan esta malformaci�n muestra un incremento de la agresi�n y cuando se retira el hamartoma se abole la agresividad (Ng et al., 2013). Los hallazgos observados con esta malformaci�n muestran que las funciones hipotal�micas est�n estrechamente ligadas con la agresi�n en humanos. Las estructuras l�mbicas (am�gdala, formaci�n hipocampal, �rea septal, corteza prefrontal y circunvoluci�n del c�ngulo) modulan fuertemente la agresi�n a trav�s de sus conexiones con el hipot�lamo medial y el lateral (Haller, 2014).

 

La am�gdala

La am�gdala se relaciona actualmente con un conjunto de procesos nerviosos como son la cognici�n social, la regulaci�n de la emoci�n, el procesamiento de la recompensa y la memoria emocional; tambi�n con la detecci�n de las amenazas procedentes del medio ambiente visual o auditivo, as� como la producci�n de respuestas de lucha o huida a trav�s de sus conexiones con estructuras del tronco del enc�falo. Personas con lesi�n en la am�gdala muestran dificultades en reconocer las se�ales faciales de malestar y tienen dificultades para generar respuestas de miedo condicionadas (Adolphs, 2013; Klumpers, Morgan, Terburg, Stein y van Honk, 2015). Esto es parecido a lo que ocurre en individuos con alta tendencia a la violencia (j�venes con callosidad emocional; Blair, 2013a; Lozier, Cardinale, VanMeter y Marsh, 2014; psic�patas adultos; Blair, 2013b; Blair et al., 2004; Marsh y Blair, 2008).

A ra�z de las observaciones de Kluver y Bucy (1939) sobre lesiones bilaterales de los l�bulos temporales anteriores en macacos se determin� que estas conduc�an, entre otras modificaciones de la conducta, a un apaciguamiento del animal haci�ndolo menos agresivo. En orden a determinar si la p�rdida de la agresividad de los monos era debida a lesi�n cortical o subcortical, Weiskrantz (1956) produjo ablaciones en un grupo experimental en ambas am�gdalas y en el polo temporal medial; mientras que el grupo control hab�a recibido lesi�n en la convexidad temporal inferior o una operaci�n bilateral sin llegar a da�ar el tejido cortical o subcortical. S�lo obtuvo modificaciones relacionadas con disminuci�n de la agresi�n cuando la lesi�n afectaba al complejo amigdaloide.

En humanos, el complejo amigdaloide se ha subdividido, de acuerdo con criterios de tipos celulares y densidad de dichos tipos, en 4 conjuntos de n�cleos denominados latero basal o basolateral, centromedial o central, masas intercaladas y superficial o cortical; las masas celulares intercaladas, situadas entre el grupo basolateral y el centro medial, son importantes para el control inhibidor de la actividad, de la am�gdala (Barbas, Zikopoulos y Timbie, 2013; Rosell y Siever, 2015).

Posteriormente esta subdivisi�n se ha confirmado mediante resonancia magn�tica nuclear (Bzdok, Laird,Zilles, Fox y Eickhoff, 2013). El grupo latero basal se coactiva con la corteza prefrontal ventromedial (CPFvm), que se piensa que actualiza contingencias de respuesta. La informaci�n del grupo latero basal se env�a al grupo centromedial, bien directa o bien indirectamente a trav�s de las masas intercaladas, el cual conecta fundamentalmente con estructuras corticales y subcorticales motoras. Dado que en el hipot�lamo existen dos regiones implicadas en el control de la agresi�n reactiva y la agresi�n predadora, existen tambi�n conexiones desde la am�gdala a trav�s de dos v�as llamadas estr�a terminal y v�a amigdal�fuga ventral (Nieuwenhuys, Voogd yvan Huijzen, 2009), que conectan a la am�gdala con el hipot�lamo anterior y con el hipot�lamo lateral.

Estudios de neuroimagen estructural de la am�gdala y agresi�n. Algunos estudios se han basado en sujetos sanos, no cl�nicos, en este caso mujeres, cuyos niveles de agresi�n no estaban fuera de lo normal (Matthies et al., 2012). La agresi�n se midi� mediante la prueba �Life History of Aggression� y se subdividi� el grupo en dos grupos, uno con puntuaciones superiores a la mediana de la cohorte y otro con puntuaciones inferiores a la mediana de la cohorte. El subgrupo m�s agresivo ten�a un volumen de la am�gdala, corregido para el volumen total del cerebro, significativamente menor (16-18%) que el volumen del subgrupo menos agresivo. La limitaci�n de este estudio es que se basa s�lo en mujeres y se mide, mediante entrevista, la agresi�n pasada. En sujetos violentos psic�patas se ha encontrado reducci�n significativa del volumen de sustancia gris de la am�gdala en varios estudios (Ermer, Cope, Nyalakanti, Calhoun y Kiehl, 2012; Tiihonenet al., 2000). En cambio, un estudio del mismo grupo de investigaci�n en adolescentes encarcelados con caracteres psicop�ticos (Ermer, Cope, Nyalakanti, Calhoun y Kiehl, 2013) no encontr� una disminuci�n en el volumen de la am�gdala en funci�n de la puntuaci�n en la prueba correspondiente de medida de la psicopat�a. Estos autores no dan una explicaci�n para la diferencia en el volumen amigdalar entre adolescentes y adultos. Boccardi et al. (2013) estudiaron la morfolog�a cortical y amigdalar en sujetos violentos que se pod�an caracterizar como psic�patas. El volumen global de la am�gdala era significativamente mayor en los violentos que en los controles, pero lo m�s interesante es que la morfolog�a de los distintos n�cleos era diferente de la de los controles, observ�ndose tanto aumento como disminuci�n de tejido en diferentes n�cleos amigdalinos consider�ndose este aspecto como m�s importante que el volumen mayor de la estructura (Boccardi, comunicaci�n personal).

 

La corteza prefrontal

La corteza prefrontal es aquella parte del l�bulo frontal situada delante de la denominada corteza premotora, incluyendo tanto regiones de la parte medial del hemisferio como de la parte lateral. La corteza prefrontal contiene 3 regiones importantes: la corteza orbitofrontal (COF), la corteza cingulada anterior (CCA) y la corteza prefrontal ventromedial (CPFvm). La COF se encuentra en la parte basal de los hemisferios mientras que la CPFvm se encuentra en la cara medial de los hemisferios y en su parte ventral y la CCA se encuentra en la cara medial de los hemisferios.

La COF forma parte de la corteza frontal l�mbica junto con la CCA. Ambas cortezas, en el caso de la COF sobre todo su zona posterior, tienen las conexiones m�s fuertes con la am�gdala (Ghashghaei, Hilgetag y Barbas, 2007 citado en Sep�lveda y Moreno 2017). La v�a am�gdala COF posterior puede tener un papel destacado en el enfoque de la atenci�n sobre est�mulos motivacionalmente relevantes, consistente con el papel de la am�gdala en la alerta y vigilancia emocional. Como la am�gdala recibe informaci�n sensorial de todas las modalidades sensoriales (que terminan en las mismas partes de la am�gdala que se proyectan a la COF posterior), sus proyecciones pueden enviar el significado afectivo de los est�mulos sensoriales externos. A su vez, la informaci�n que la CCA y la COF enviar�an a la am�gdala ser�a acerca del medio interno incluyendo emociones internalizadas como celos, verg�enza y culpabilidad, que evocan una excitaci�n emocional (Ghashghaei et al.,2007).

Dado su patr�n de conexiones con la am�gdala, existir�a una diferencia en las funciones de la COF y la CCA: como la COF recibe m�s proyecciones de la am�gdala y la CCA env�a m�s proyecciones a la am�gdala (macacos, Ghashghaei et al., 2007); y humanos, la primera tendr�a un valor m�s sensorial o perceptual evaluando el valor motivacional y afectivo de los est�mulos mientras que la segunda tendr�a una relaci�n m�s importante con las acciones o respuestas (hay que tener en cuenta que la CCA tiene sus principales conexiones de salida con centros aut�nomos del tronco del enc�falo y de la m�dula espinal implicados en la expresi�n de emociones como vocalizaciones) (Rosell y Siever, 2015; Timbie y Barbas, 2014).

Es importante destacar que la COF contiene una conexi�n especializada con la am�gdala, a trav�s de las masas intermedias de esta, que activar�a centros del tronco del enc�falo y de la m�dula espinal implicados en la activaci�n emocional y en el retorno a una situaci�n emocional previa disminuyendo dicha activaci�n. Este circuito permitir�a explicar la excitaci�n emocional (incremento de frecuencia respiratoria y cardiaca, etc.) en situaciones de comportamiento agresivo.

Estudios de neuroimagen funcional de la CPF y agresi�n. Diversos estudios han mostrado, en sujetos normales, una potenciaci�n de la actividad de la COF seg�n se incrementaba la intensidad de expresiones faciales de ira que estaban observando (Blair, Morris, Frith, Perrett y Dolan, 1999). Utilizando un escenario imaginario de agresi�n en el que se le ped�a a sujetos normales que expresaran una agresi�n no restringida hacia un asaltante o que intentaran inhibir la respuesta agresiva, se observ� que en el primer caso la desactivaci�n funcional de la COF era mayor que en el segundo (Pietrini, Guazzelli, Basso, Jaffe y Grafman, 2000). Se observa, por lo tanto, en los sujetos normales que un control de impulsos se traduce en una mayor actividad de la COF. Por lo tanto, sujetos con da�o en la COF tender�n a exhibir un bajo control de impulsos y estallidos agresivos entre otras conductas. Hoptman (2003) cita tambi�n estudios realizados en sujetos sanos en los que se ha inducido un estado de ira al que se compara con un estado neutro y se les miden sus cambios en el flujo sangu�neo cerebral regional; en este caso, se observaron incrementos en la COF, CCA y polos temporales anteriores, que los autores interpretaron �como representando la inhibici�n de la agresi�n en el contexto de la ira generada� (Hoptman, 2003, p. 269).

La cuesti�n es que en el estudio anterior al que hace referencia Hoptman (2003) no se hab�an estudiado otras emociones. Entonces que es lo que ocurre a nivel funcional en la CPF de las personas: Un estudio mediante TEP llevado a cabo en asesinos predadores(psic�patas) e impulsivos y en sujetos normales neurol�gica y conductualmente (Raine et al., 1998) aport� los siguientes resultados en relaci�n con el� tipo de agresi�n y la actividad de la corteza prefrontal: los asesinos impulsivos ten�an menor actividad prefrontal y mayor actividad subcortical en el l�bulo temporal (que contiene la am�gdala) que los sujetos control y los asesinos predadores ten�an una actividad prefrontal similar a la de los sujetos control pero ten�an una actividad subcortical excesiva. En este estudio no se realizaba a�n una subdivisi�n m�s fina de la corteza prefrontal. Tambi�n la revisi�n llevada a cabo por Hoptmann (2003) mostraba que �la activaci�n en el l�bulo frontal y parte medial del l�bulo temporal est� asociada con la agresi�n imaginada, la inducci�n de estados de ira o la actividad violenta y criminal, especialmente en relaci�n con cr�menes que ten�an una base afectiva/impulsiva� (p.269).En un meta-an�lisis en el que se intent� fraccionar la corteza prefrontal en relaci�n con la conducta de sujetos violentos, antisociales y psic�patas, Yang y Raine (2009) encuentran que en los 31estudios de imagen funcional que abarcaban desde 1992 a 2007 inclu�an las t�cnicas SPECT (tomograf�a computarizada de emisi�n de fot�n �nico), RMf (resonancia magn�tica funcional), espectroscopia de resonancia magn�tica (MRS), tomograf�a de emisi�n de positrones (TEP) las regiones de la CPF donde hab�a una reducci�n de la actividad cerebral medida mediante alguna de las t�cnicas anteriores eran la COF derecha, la CPFdl izquierda y la CCA derecha. La lateralizaci�n de la disminuci�n de la actividad cerebral en COF y CCA es paralela a la alteraci�n observada tras lesi�n en estas regiones en la conducta social, procesamiento emocional y toma de decisiones (Eslinger y Damasio, 1985; Hornak et al., 2003; Tranel, Bechara y Denburg, 2002), mientras que la lateralizaci�n en la actividad de la CPFdl estar�a relacionada m�s bien con impulsividad y pobre control conductual.

En general, los estudios de neuroimagen funcional llevados a cabo en sujetos violentos y antisociales muestran una actividad funcional at�pica en la COF, la CPFvm y la CCA a menudo manifestada como una hipofuncionalidad (Anderson y Kiehl, 2012; Glenny Raine, 2014; Patrick, 2015).

 

El maltrato infantil y su correlaci�n neuroanat�mica con la agresividad y la violencia

Investigaciones realizadas mediante t�cnicas de estimulaci�n el�ctrica han evidenciado que �reas como la am�gdala, el hipocampo, el hipot�lamo y estructuras tegmentales son precursoras de la agresi�n, mientras que otras �reas como la zona ventromedial de los l�bulos frontales y el �rea central de los l�bulos temporales son inhibidoras de este tipo de conductas. (Mesa y Moya 2010)

Diversos estudios realizados en sujetos que presentan conductas violentas y/o trastornos relacionados con alg�n tipo de agresi�n han detectado diferencias morfol�gicas y anat�micas con respecto a los sujetos control. En este sentido, se han observado d�ficits estructurales y funcionales en los l�bulos temporales y frontales en diversas muestras de sujetos violentos. En el l�bulo temporal la disminuci�n del volumen del hipocampo y de la am�gdala en sujetos v�ctimas de malos tratos durante la infancia podr�a contribuir al desarrollo de la violencia en sujetos adultos. De este modo, los estudios de neuroimagen realizados en adultos violentos han mostrado la existencia de una perdida unilateral de tejido en la am�gdala y el hipocampo del l�bulo temporal, y se ha llegado incluso a establecer una correlaci�n positiva entre la reducci�n del tama�o bilateral del hipocampo y altas puntuaciones en escalas de psicopat�a. (Weniger et al 2008)

Otra alteraci�n en ni�os maltratados es la de la �irritabilidad l�mbica�, tambi�n observada en adultos que presentan comportamientos violentos, en los que se muestra una irritabilidad extrema manifestada por un aumento en la conducta agresiva, hipersexualidad y ataques irracionales. (Teicher 2002)

Por lo que respecta a las alteraciones detectadas en el l�bulo frontal de ni�os maltratados, se muestra que los altos niveles de estr�s afectan a su desarrollo normal, ya que producen una maduraci�n prefrontal precoz y una lateralizaci�n hemisf�rica. En relaci�n con ello, se ha demostrado que la hipoactivaci�n en regiones como el c�rtex orbitofrontal, unida a la hiperactivaci�n de la am�gdala, se corresponde con un bajo control de impulsos, estallidos de agresividad y falta de sensibilidad personal, que predisponen a la conducta agresiva y violenta (Lee y Hoaken 2007). En cuanto a la lateralizaci�n hemisf�rica y a las conexiones establecidas por el cuerpo calloso en menores maltratados, se ha observado (tal y como se ha comentado) un menor tama�o del cuerpo calloso, especialmente en varones, as� como retrasos en la mielinizaci�n, lo cual propicia el desarrollo independiente de ambos hemisferios (Teicher 2004).

Estos hallazgos pueden relacionarse con datos obtenidos en adultos violentos, en los que se ve una menor lateralizaci�n en cuanto al lenguaje en tareas que implican procesamiento verbal, as� como una disminuci�n en el metabolismo de glucosa en el cuerpo calloso en muestras de asesinos.

La alteraci�n del desarrollo y los da�os cerebrales producidos como consecuencia del maltrato infantil podr�an llevar a las alteraciones observadas en diversas zonas cerebrales, como en el hipocampo y la am�gdala, y no �nicamente a da�ar las conexiones entre el c�rtex prefrontal y la am�gdala. Si atendemos a los modelos te�ricos que explican la agresi�n humana, tambi�n es posible observar similitudes entre las bases biol�gicas que en ellos se proponen y los hallazgos obtenidos en sujetos maltratados durante la infancia. Uno de estos modelos establece que las conductas agresivas se relacionan con alteraciones en el l�bulo frontal que confluyen con diversos niveles de manifestaci�n, como son el neurofisiol�gico, el neuroconductual, el de personalidad, el social y el cognitivo. Cuanto mayor fuese el d�ficit prefrontal observado, mayor seria la probabilidad de que confluyesen alteraciones en las distintas zonas mencionadas, y, por tanto, de que apareciese la violencia. Estas alteraciones pueden relacionarse con las funcionales encontradas en ni�os maltratados, ya que las alteraciones y problemas de conducta que presentan podr�an ser consecuencia de alteraciones en las diversas zonas explicadas y tener como base un mal funcionamiento del l�bulo frontal. (Moya y Mesa 2013)

 

Metodolog�a

Se realizo una revisi�n sistem�tica durante los meses de agosto a octubre del 2020, la finalidad fue seleccionar todos aquellos estudios publicados en art�culos cient�ficos sobre temas relacionados a la Psicobiologia de la agresi�n y la violencia, realizados con ni�os, adolescentes y adultos de ambos sexos, tambi�n se recopilo informaci�n de art�culos cient�ficos, libros electr�nicos, revistas� m�dicas� y de psiquiatr�a, como Elsevier, Scopus, Science y PublimMed., etc.; �tesis doctorales, Anales entre otros, debido a la carencia de estudios sobre este tema en espa�ol se hicieron varias revisiones de estudios publicados en ingl�s en la mayor�a de los casos de art�culos internacionales provenientes de los Estados Unidos, Espa�a, Alemania, Canad�. y un art�culo de la USMP de la facultad de medicina de Per�. El dise�o y tipo de investigaci�n es de tipo descriptiva y su enfoque cualitativo.

Se realizo el an�lisis de datos extrayendo los aspectos m�s resaltantes de la investigaci�n con el objetivo de poder determinar la influencia de los estados emocionales sobre el funcionamiento a nivel org�nico del organismo.

 

 

Discusi�n y conclusiones

El objetivo del presente art�culo cient�fico ha sido el de recopilar informaci�n confiable de fuentes nacionales e internacionales sobre los diversos estudios realizados sobre la Psicobiologia de la agresi�n y la violencia para lo cual se han revisado m�s de 50 art�culos en su mayor�a en ingl�s y dos libros electr�nicos.

Del total de publicaciones revisadas todas han aportado evidencias emp�ricas sobre la influencia que tienen nuestros estados emocionales sobre nuestro organismo, las alteraciones que se presentan a nivel de nuestros neurotransmisores, hormonas, genes y sistema nervioso central y como estos cambios generan disfunciones a nivel del estado de �nimo y del comportamiento.

En la actualidad a nivel mundial los casos de agresi�n, violencia de g�nero, maltrato y abuso infantil se ha incrementado exponencialmente, y seg�n las cifras de la Organizaci�n Mundial de la Salud (Krug y Dahlberg 2003) m�s de 1 mill�n 600 mil personas pierden la vida violentamente a nivel mundial; y uno de las causales de que las cifras de agresividad y violencia en la poblaci�n se incrementen puede ser la pandemia del coronavirus que se est� viviendo y que ha disparado los niveles de estr�s, ansiedad y depresi�n en la poblaci�n. Sin embargo, la agresi�n y violencia no son problemas nuevos, se han venido dando desde la antig�edad, y, a pesar de las sanciones que impone el Estado, est�n vigentes en todas las sociedades.

Seg�n diversos estudios realizados sobre la agresividad y la violencia, y la influencia de las hormonas, neurotransmisores, la gen�tica y el sistema nervioso central; se ha evidenciado que, las alteraciones a nivel de la producci�n de estos moduladores y del funcionamiento de las estructuras del cerebro, generan modificaciones en el estado emocional y comportamental del individuo.

Los estudios realizados sobre la influencia de la gen�tica en el comportamiento agresivo informan que alrededor del 50% de la variabilidad de este comportamiento se debe en gran parte a los genes, en especial a la mutaci�n en el gen de la enzima Monoaminooxidasa A (MAOA), esta mutaci�n se correlaciona con la agresi�n impulsiva.

La serotonina es un neurotransmisor elaborado en los n�cleos del rafe del tronco encef�lico, estos n�cleos est�n en contacto con la corteza orbitofrontal (COF) y el sistema l�mbico. Se ha comprobado que altos niveles de 5-HT (serotonina) en la corteza prefrontal (CPF) y en la corteza cingulada anterior (CCA) son inversamente proporcionales a los niveles de agresi�n. Generalmente, los bajos niveles de 5-HT se encuentran asociados con altos niveles de impulsividad y agresividad.

En muchos estudios se encuentra que los hombres tienen m�s comportamientos agresivos y violentos que las mujeres, y la hormona que determinar�a este tipo de comportamiento en los varones ser�a la testosterona. Pero tambi�n hay que tener en cuenta que personas emocionalmente agresivas tienden a segregar m�s testosterona en la sangre, por lo que se infiere que aquellas personas que tienen un temperamento violento tienen una mayor tendencia a segregar m�s testosterona que aquellas que son emocionalmente tranquilas.

Estudios realizados en individuos normales, as� como en psic�patas han evidenciado la importancia de la correlaci�n entre la corteza prefrontal y los n�cleos amigdaloides en la agresividad y violencia, as�, se encontr� los asesinos impulsivos �ten�an menor actividad prefrontal y mayor actividad subcortical en el l�bulo temporal (que contiene la am�gdala) que los sujetos control, y los asesinos predadores ten�an una actividad prefrontal similar a la de los sujetos control pero ten�an una actividad subcortical excesiva. Asimismo, se establecieron importantes conexiones entre una de las divisiones de la corteza prefrontal, la orbitofrontal, con el tronco encef�lico y la m�dula espinal, lo que se relaciona con las respuestas que se producen ante las emociones violentas.

Otro factor importante que influye en el comportamiento agresivo en la edad adulta es haber sufrido maltrato durante la ni�ez. Esto puede dar lugar a que el individuo sufra consecuencias tanto a nivel psicol�gico como neurol�gico. Un elevado nivel de estr�s en edades tempranas ocasiona una disfunci�n en el desarrollo normal del ni�o, lo que ocasiona un aumento de los niveles hormonales lo que genera cambios en el funcionamiento y la estructura del cerebro, alteraciones en el hipocampo, la am�gdala, el cerebelo, el cuerpo calloso, el volumen cerebral y ventricular. Estos cambios hacen que los afectados presenten secuelas a nivel cognitivo, altos niveles de estr�s psicosocial, problemas de conducta como agresividad y violencia asociada con otras patolog�as.

 

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